La piel no es sólo una capa protectora. Es un sistema que regula la temperatura corporal, percibe los estímulos de dolor y placer, no permite que determinadas sustancias entren en el organismo y representa una barrera protectora frente a los efectos perjudiciales del sol. El color, la textura y los pliegues de la piel contribuyen a identificar a los individuos. Cualquier alteración en el funcionamiento o en la apariencia de la piel puede tener consecuencias importantes para la salud física y mental.
Cada estrato de la piel cumple con una tarea específica. La capa exterior, la epidermis, es más fina, en la mayor parte del cuerpo, que una película de plástico. La parte superior de la epidermis, el estrato córneo, contiene queratina, está formada por restos de células muertas y protege la piel de las sustancias nocivas. En la parte inferior de la epidermis se hallan los melanocitos, células que producen melanina (el pigmento oscuro de la piel).
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Debajo de la epidermis se localiza la dermis, que contiene receptores táctiles y del dolor, cuyas ramificaciones llegan hasta la superficie de la piel y a diversas, glándulas funcionales de la misma: las glándulas sudoríparas, que producen el sudor, las glándulas sebáceas, que producen sebo, y los folículos pilosos, que dan origen al pelo. También, en el interior de la dermis, se encuentran vasos sanguíneos que proporcionan nutrientes y calor a la piel, así como nervios que se ramifican entre las diferentes capas de la misma.
Por debajo de la dermis se encuentra un estrato de grasa que ayuda a aislar al cuerpo del calor y del frío.
En las diversas regiones del cuerpo varían el espesor y el color de la piel, así como el número de glándulas sudoríparas, glándulas sebáceas, folículos pilosos y nervios. La parte superior de la cabeza tiene gran cantidad de folículos pilosos, mientras que las palmas de las manos y las plantas de los pies carecen de ellos. Las capas de epidermis y queratina son más gruesas en las plantas de los pies y de las palmas de las manos. Las yemas de los dedos de las manos y de los pies están muy inervadas y son extremadamente sensibles al tacto.
La piel tiende a sufrir cambios a lo largo de la vida de una persona. La piel de un bebé tiene una capa más gruesa de grasa y una mucho más fina de queratina protectora. A medida que las personas envejecen pierden la grasa del estrato subcutáneo, la dermis y la epidermis se vuelven más delgadas, las fibras elásticas de la dermis se fragmentan y la piel tiende a arrugarse. La irrigación sanguínea de la piel también disminuye con la edad, por lo que las lesiones cutáneas curan más lentamente en las personas mayores. Las pieles más envejecidas producen menos sebo protector y por ello la piel se seca con mayor facilidad.
Diagnóstico de las enfermedades de la piel
Los médicos pueden identificar muchas enfermedades de la piel a través de una simple exploración visual. Las características reveladoras incluyen tamaño, forma, color y localización de la anomalía, además de la presencia o ausencia de otros signos o síntomas. Algunas veces el médico debe extraer una pequeña porción de piel para examinarla al microscopio; este método se denomina biopsia. Para esta simple operación, el médico, por lo general, insensibiliza una pequeña zona de piel con una anestesia local y, utilizando un bisturí (escalpelo) o un sacabocados circular (punzón para biopsias), extrae una porción de piel de aproximadamente tres milímetros de diámetro. A menudo el médico cierra el corte con un punto y detiene la hemorragia.
Cuando los médicos sospechan que la piel pueda estar infectada, efectúan un raspado del material y lo envían a un laboratorio, donde se siembra la muestra en un medio de cultivo. Si la muestra contiene bacterias, hongos o virus, éstos crecen en el cultivo, pudiendo así ser identificados.
Otros análisis de laboratorio pueden también servir a los médicos en el diagnóstico de las infecciones de la piel. En un examen con luz de Wood, una frecuencia de luz ultravioleta (negra), se hacen visibles algunos hongos, así como ciertas anomalías de la pigmentación. El análisis de Tzanck ayuda a diagnosticar infecciones víricas de la piel tales como el herpes. Con un pequeño escalpelo, el médico raspa la superficie de la piel inflamada y la examina al microscopio. Si se evidencia un agrandamiento o una agrupación de las células, ello puede indicar una infección vírica. La muestra de piel también puede ser enviada a un laboratorio para realizar un cultivo para virus.
Muchos de los problemas que se presentan en la piel quedan limitados a la misma. Sin embargo, en algunos casos, la piel indica una alteración de cualquier parte del cuerpo. Por ejemplo, las personas que tienen lupus eritematoso sistémico presentan una erupción rojiza inusual en sus mejillas, generalmente tras una exposición al sol. En consecuencia, los médicos deben considerar varias causas posibles cuando evalúan los problemas de la piel. Examinar la superficie de la piel en su totalidad y buscar determinados tipos de erupción puede ayudarlos a identificar cualquier enfermedad. Para examinar la distribución de un problema cutáneo, el médico puede pedir al paciente que se desvista completamente, aunque el paciente sólo note anomalías en una pequeña zona de la piel. Los médicos también pueden solicitar análisis de sangre u otras pruebas de laboratorio aunque la persona aparentemente tenga un problema que se limite sólo a la piel.
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