3 de enero de 2008
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Anomalías que afectan a este órgano del cuerpo humano
La piel no es sólo una capa protectora. Es un sistema que regula la temperatura corporal, percibe los estímulos de dolor y placer, no permite que determinadas sustancias entren en el organismo y representa una barrera protectora frente a los efectos perjudiciales del sol. El color, la textura y los pliegues de la piel contribuyen a identificar a los individuos. Cualquier alteración en el funcionamiento o en la apariencia de la piel puede tener consecuencias importantes para la salud física y mental.
La capa exterior, la epidermis, es más fina, en la mayor parte del cuerpo, que una película de plástico. La parte superior de la epidermis, el estrato córneo, contiene queratina, está formada por restos de células muertas y protege la piel de las sustancias nocivas. En la parte inferior de la epidermis se hallan los melanocitos, células que producen melanina (el pigmento oscuro de la piel).
Debajo de la epidermis se localiza la dermis, que contiene receptores táctiles y del dolor, cuyas ramificaciones llegan hasta la superficie de la piel y a diversas, glándulas funcionales de la misma: las glándulas sudoríparas, que producen el sudor, las glándulas sebáceas, que producen sebo, y los folículos pilosos, que dan origen al pelo. También, en el interior de la dermis, se encuentran vasos sanguíneos que proporcionan nutrientes y calor a la piel. Por debajo de la dermis se encuentra un estrato de grasa que ayuda a aislar al cuerpo del calor y del frío.
La piel tiende a sufrir cambios a lo largo de la vida de una persona. La piel de un bebé tiene una capa más gruesa de grasa y una mucho más fina de queratina protectora. A medida que las personas envejecen pierden la grasa del estrato subcutáneo, la dermis y la epidermis se vuelven más delgadas, las fibras elásticas de la dermis se fragmentan y la piel tiende a arrugarse. La irrigación sanguínea de la piel también disminuye con la edad, por lo que las lesiones cutáneas curan más lentamente en las personas mayores. Las pieles más envejecidas producen menos sebo protector y por ello la piel se seca con mayor facilidad.
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